Es hora de amanecer. Resuena la aurora con sus armonías, que no hemos de describir...
El horizonte, que parece lejano, es un "reflejo" del corazón y de la interioridad. El paisaje está ahí para enseñarnos a leer.
La pequeña semilla es enorme. Basta una mirada serena para darnos cuenta de su asombrosa potencialidad.
Allí anida esa belleza inexplicable, insospechada siempre, imagen y reflejo del Creador, de su Presencia y de su operación...
Desde donde te encuentras y en donde te encuentras, todo lo alcanzas. De lo pequeño a lo máximo, de la nada al todo. "El todo en la parte." ¿No ves la "dicha" y la "sonrisa" del fragmento, que se goza en su pura pequeñez?
También donde te encuentras... puedes decir "no". Puedes desprenderte de todo aquello que "no es", aunque te duela y experimentes nueva soledad. Aunque arriesgues lo que arriesgues.
Acepta tu lugar y tu circunstancia desprendiéndote de necedades y errores sin huir ni escapar. Como los antiguos y nuevos mártires confiesa a JesuCristo delante de un mundo informe...
¿Crees que los ruidos y las cacofonías de este siglo pueden ahogar los encantos del alma y del espíritu?
Permanece en la altura dichosa de esa montaña que es tu corazón... No tiene límites... Su cima es el cielo. Tu vocación es el cielo... Y sólo por el espíritu se sube al cielo.
¿Qué más puede decirse? Mucho, infinitamente más es lo que callamos...
Alberto E. Justo