Nuestros pasos gozan de una asombrosa "originalidad." Lo que no aguardábamos ayer, aparece hoy y, tal vez, de un modo diferente a cuanto hubiéramos podido sospechar. ¿Por qué nos detiene esta consideración? Quizá porque aún no alcanzamos a ver o a distinguir bien la profunda "estabilidad" de ese "Fondo" inefable, que todo lo trasciende.
La clave de la solución está, desde luego, en el "desasimiento" tantas veces invocado; pero también en abandonar la reiteración de una indiscreta mirada nuestra hacia los costados, hacia los lados o hacia no sé dónde, buscando apoyos y seguridades de toda índole, aquí y allí, cuando son pura ausencia. Nos apegamos a lo que no es y pedimos a las cosas lo que ellas, por ellas, no nos pueden dar.
No hemos de aguardar, con tensión (o sin ella), ninguna aprobación... Los exámenes se dan una sola vez y no es cuestión de buscar con solicitud dar nuevos o de nuevo, a cada rato. Nos corresponde el peso de la responsabilidad y el discernimiento...
Tampoco nos ha de turbar no oír nuestro bien... ¡Tantas son las palabras vanas que se derraman sin pudor por todas partes! Será frecuente topar con necedades o con expresiones que no nos son ciertamente gratas.
Pues nada. Es cuestión de seguir sin desviar la mirada, ni la consideración... Es hora de soledades, porque es el desierto el que nos garantiza con su silencio, con nuestra plegaria y con la fidelidad, tantas veces solitaria, la certeza de un camino que brota de la Fe.
Por ello invitamos a todos a orar con Nuestra Madre Santísima, diciendo al Señor, como Ella, "que se cumpla, en mí Tu Palabra."
Alberto E. Justo