martes, 29 de junio de 2010

El Secreto, una vez más

La pedagogía divina es introducirnos y afincarnos, de algún modo, en el secreto. En lo no "publicable", en soportar -tal vez- la ausencia de los comprobantes. ¿Soportar? En realidad se trata de adoptar la hondura del silencio, que es algo más que la falta de los ruidos molestos...
Es lo que exige el "peso" de nuestra humanidad. Y debemos llevarla con gozo y alegría. El Señor llevó la Cruz y el Misterio de la Cruz es, también, el misterio de nuestra humanidad. ¿Nos decidimos a asumirla, al menos en la parte que nos es dada?
En el secreto y en el silencio se descubre este luminoso intercambio, esta "relación" entre lo que llevamos y la seriedad de nuestra redención y elevación. En esta hora de la historia no hay ya espacio para los "carteles", pues es necesario velar directamente con el Señor y sumergirnos en su Oración o, mejor, dejarnos introducir en ella.

He visto una fuente...
Contemplo el tenue hilo de agua pura
que corre entre piedras pequeñas y salpica,
con gracia, las verdes hojas.
Flores encendidas, más allá,
entre el césped, sobre la tierra húmeda.
Perfume fresco del amanecer,
tierra mojada, canto de luz,
que se desliza, como fina mano,
en las cuerdas de un arpa,
tocando, delicadamente, los árboles del bosque.

Alberto E. Justo