Ahora mismo, donde no sabemos bien, por encima de nuestro pensamiento, recibimos con alegría la oración que nunca se detiene y sigue los latidos del corazón. Digo "recibimos" porque el Espíritu Santo ora en nosotros y así acertamos a sumergirnos en el Misterio mismo de Dios. Sin preguntas, sin precipitaciones, con suma sencillez y paz. Dios ora en nostros. La oración, se ha dicho, es un diálogo de Dios con Dios... Podemos entrar allí y dejarnos levantar por sobre toda criatura, sabiendo que nada sabemos y que todo es regalo y don.
Estamos más aquí y más allá, ¡magnífica paradoja! y descubrimos cuando todo calla y vemos cuando nada se perfila al modo humano.
Orar más allá de nosotros mismos es orar en el corazón. Confianza y no dejar nunca de atender a esos "gemidos inefables" del Espíritu que son, ahora también, nuestra plegaria
Alberto E. Justo