¿Has perdido tu “sentido” de “identidad”?
Es esta una pregunta, tal vez, muy mal formulada... Algunos quizá la juzguen
hasta “atrevida”... Y, sin embargo, la mantenemos a pesar de las dificultades.
¿Te percibes allí debajo, sin asidero, sin domicilio, sin hogar,
sin un destino claro, en esta hora de confusión y de tormentas? ¿Dónde está tu “persona”,
dónde tu “sí” profundo, dónde –en verdad- tú mismo?
Las explicaciones y los sermones, las doctrinas y las
propuestas son tantas ¡tantas! que ya no acertamos a distinguir en las brumas
de los caminos: hay demasiada niebla en nuestros parajes... ¿No parece así?
Quizá así lo padezcan algunos y bastaría que uno solo lo sufriera para que, en
la oración y en la meditación, nos ocupáramos de ello. Pero, en realidad, a
todos nos toca, de alguna manera.
¿Quién es el que sufre? ¿Quién sufre esta vez y con
frecuencia? ¿Quién? Ciertamente no se trata de una institución, ni de
estructura alguna. Son palabras insuficientes, pero no hay modo de prescindir
de ellas.
Padece este hombre... Este mismo, esta persona, este corazón...
Quizá ha buscado ciudadanía o filiación no sé dónde, pero ahora su desilusión es muy grande porque no ha hallado
la respuesta ni el lugar ansiados.
Y no es de extrañar, ya que no encontraremos nunca nuestro
bien en cosas ni en relaciones perecederas. Forzamos por todos lados,
insistimos y volvemos a comenzar, nos ilusionamos con matices o con noticias más
o menos “mejores”, pero no hay nada que hacer, lo que es limitado es así
limitado y no nos brinda lo que procuramos o lo que aguardamos en nuestra sed
de absoluto.
Arribamos a caer enfermos, a desesperar, porfiando sacar de
un pozo seco el agua viva..., la única que puede apagar nuestra sed. La ilusión
es terrible y se hace violenta y hasta mortal cuando cava en la tierra reseca y
pretende de las cosas lo que estas no pueden dar.
Nunca como hoy se ha dado con tal vigor la “crisis” de
intermediarios. Se los ha querido como “fines” y se los ha convertido en un “infierno”.
Ármate, pues, desde tu interioridad. Lo que cuenta es lo que
en verdad eres, no de lo que te vistes o se te antoja que te cubre como si
fuera tuyo...
¿Sabes quien será siempre modelo de “solitario”? Los Padres
antiguos supieron verlo... Pues Aquél que vino a los suyos y éstos no lo
recibieron...
Alberto E. Justo