El sol en el corazón resplandece en un nuevo monasterio, que no debe su existencia a proyectos o decisiones humanas. Nos lleva el Señor por el camino que es humano y descubrimos en su silencio e inabarcabilidad los horizontes más insospechados. Porque, en efecto, no podemos, nunca podremos, ceñirnos con gruesas cadenas o lazos.
¡Saltarán por los aires las torpezas!
Yo sigo aguardando la muerte y, con ella, el cumplimiento de las más variadas ilusiones. NO TEMAS, NO TEMAS, repite la Voz de lo alto. No dudes, aquiétate y reposa en el Corazón de Cristo.
Alberto E. Justo