Circundados por "poca-cosa", rodeados por todo eso que carece de relevancia. ¿Es ésta, no más, nuestra experiencia? Por lo menos, aparte de las contradiccciones propias de nuestra peregrinación, experimentamos una cierta desilusión cuando las cosas y los sucesos acaban, porque los pretendíamos o imaginábamos de otra manera. -¡Yo había puesto mi confianza, mi empeño, en esto o en aquello, y ahora qué...!- podríamos decir tantas veces.
¡Ah, lo que aguardábamos! Y nos consolamos diciéndonos que las ... instituciones ya no responden y padecen tal y tal decadencia. Lo que es verdad desde cierto ángulo de visión, pero no resuelve nuestro caso.
Nos hallamos detenidos en lo que llamaríamos un nivel puramente "psíquico", sin elevarnos más. Atados, una y mil veces, por los condicionamientos y otras servidumbres no acertamos a hallar la apertura de la liberación auténtica, profunda y espiritual. A ella nos conduce el "desapego", pero no de cualquier forma.
Es necesario y urgente -creemos- ver más allá de las cosas y de los acontecimientos. Imaginemos un muro de globos flotando en el aire, que cubren la visión del horizonte. Pero advirtamos enseguida que entre todos ellos hay "espacios", separación, y que es posible dispersarlos para recuperar la visión del cielo.
Ver más allá de cada cosa. Ver lo que no se ve a simple vista. Ver libremente lo escondido. Porque la vida no se desarrolla en impresiones fugaces y simplemente sensibles, sino en lo hondo, en lo trascendente, que es propio del espíritu. Meditemos este paso. Hay todavía muchos más.
Alberto E. Justo