Con mucha frecuencia el "ambiente" exterior nos asfixia o nos asusta. Es un dato que se repite, precisamente cuando aguardamos esa quietud o tranquilidad propicias para nuestros trabajos o para lo que sea...
Sin embargo no son estas horas demasiado originales. El ruido y el estrépito de hoy parece insoportable, es "nuevo", pero ha habido y habrá otros ruidos y muchos otros "dolores" en el curso de nuestra peregrinación...
Por tanto nuestra respuesta es siempre introducirnos en el SILENCIO que llevamos en el corazón... ¿Qué es esto? Nuestra relación a lo alto es intangible y no puede ser quebrada por nada. Nada ni nadie nos puede privar o alejar de la Presencia de Dios.
El ambiente (digámoslo así) puede ser manifiestamente hostil... Pero nada ni nadie puede pasar más allá del límite e invadir nuestra intimidad.
Recordemos y RECONOZCAMOS. Esto es importante: tornar a "conocer" una y otra vez. Volver a casa siempre.
Luego se nos manifestará esa luz que no definimos, cuando dejemos y quitemos lo que tanto lugar ocupa en nuestro interior.
Alberto E. Justo