Nada satisface nuestro "deseo"...
Día a día se apagan las luces, que se las tenía por nuevas y duraderas... Cuando esto así acontece es necesario detenerse al menos un instante, escudriñar en el corazón y abismarse en la quietud pequeña, dar tiempo al respiro y no encerrarse en razonamiento alguno.
Sólo mirar y embelesarse con lo que aún no vemos, sólo gustar lo que ya está llegando. Y dejar..., continuar el camino con la certeza de que algo nuevo nos ha levantado esta vez.
Atiende, pues. Inclínate a la voz profunda... ¿De dónde viene? ¿Es sólo silencio? ¿La "voz profunda" es silencio?
¡Deseo atender para que "esa" voz me seduzca por fin y me levante con Ella!
Pero ¿hay una voz o es puro deseo mío? ¿Qué es -ahora- este deseo, que no puede expresarse de ningún modo? Si no encuentra palabra ni canto en el pesado subsuelo que imagino...
Es, entonces, el momento, el instante, la ocasión: de sólo ATENDER, de recibir, de acoger..., de contemplar sobre toda visión, siempre más allá.
Ver más allá... ¿Es demasiada audacia, exagerado sueño?
¡Ah, el sueño!
De camino en luminoso sueño...
El sueño se recibe, no se inventa. El sueño llega como el viento, como el soplo que no tiene fronteras...
No, no puedo fabricar mi sueño y tampoco parece que lo quiera...
Pero, ¿es un sueño?
Sí, ¡claro! es que viene... Es que llega... Ya está aquí. ¡Siempre estuvo aquí! Sólo arriba lo que estuvo siempre.
A nosotros la audacia de afirmarlo... ¿Por qué no? Lo que hoy quiero lo he tenido siempre, y si no... jamás lo quisiera.
Alberto E. Justo