¿Cómo no preguntarlo cuando tanto hablamos de él? Porque quisiéramos una dirección más clara, señas que nos ayuden a encontrar nuestro bien...
Es claro que no podemos dar un "domicilio" porque vamos más allá de todo lugar establecido entre límites pensados o determinados. La invitación es a un "lugar" que no tiene dirección porque, de algún modo, las tiene todas... Porque hallamos nuestro monasterio o nuestra ermita en nosotros mismos, y el "escondite" está en el corazón. Lo que está demasiado cerca, lo más inmediato, no se descubre detrás de ciertas fronteras sino que se recibe en quietud, en silencio, en confianza; en suma: en fe.
Es el "encuentro" con la vida misma. Es la unión al Viviente. La vida se recibe pues, y todo lo repleta.
No haya temor ni duda. Cuanto menos lo "pensamos" más presente y profundo está...
Alberto E. Justo