El peregrino tiene vocación de "aurora", de encontrarse y descubrirse en el amanecer, en la primera claridad de la mañana. San Juan de la Cruz canta los "levantes de la aurora", pues es aquí, en esta diáfana hora, cuando se nos revela el origen virginal de todas las cosas... Es el Nacimiento de Dios en nuestro corazón, ensimismado en el mismo Corazón de Dios.
Hágase fuerte la Esperanza y aprendamos a "ver" más allá. La luz no es avara ni miente. Es el Sol de la Resurrección y de la Vida que ya se nos da sin modo ni medida.
Por eso clamamos en nuestra plegaria cotidiana: -¡Ven, Señor Jesús!
Mientras la avaricia y la duda siembran desolación y angustia, hemos de seguir sin titubeos nuestros pasos. Porque ha llegado la hora, siempre llega, y recibimos en ella, en su esplendor y soledad, en su silencio, el ámbito de nuestra intimidad con solo Dios.
Alberto E. Justo