A pesar de todo lo que hace ruido, o resulta una impertinencia, la paz no se pierde nunca si seguimos seguros en un camino superior. El peregrino no puede eludir su senda, por eso sufre las agresiones de los necios y de los ambientes de mediocridad a los que cree estar sometido... Pero no es así. Nadie está sometido... Sólo la conciencia pura y permanecer en el Ser. Lo demás es ilusión o engaño de lobos feroces y rapaces, que sólo manifiestan las furias por no lograr sus ambiciones... Porque los que se tienen por poderosos e integran grupos hostiles al silencio y a la contemplación: húndense cada vez más en la "nada" y en la muerte. El "materialismo" que los domina sólo puede conducirlos, antes o después, a la desaparición.
Continúa pues en el silencio y la soledad, a pesar de los aullidos que suenan desde lejos. Los vulgares necesitan tortas y confites y mucho ruido para disimular y esconder la opacidad de sus vidas.
Alberto E. Justo