Desde el inicio de la jornada invocamos al Señor. Tal vez no lo sentimos ni lo sospechamos... Lo que está tan cerca, tan cerca, tan inmediato ¡pues no se ve ni se oye! Y, sin embargo un hábito nos lleva, en silencio y palabra, a descubrirlo, sin duda -en fe- en lo más interior de nosotros, a descubrir en Él nuestra verdadera intimidad, nuestro ser y nuestra vida.
Descansemos en Su Corazón.
Alberto E. Justo