Muchos te dirán :-espera, aguarda. Y es verdad que no conviene correr... Pero hay ocasiones maravillosas que nos urgen y que apresuran, de algún modo, nuestros deseos.
El error está en dudar de una verdad enorme, inmensa: Jesús tiene más deseos, nos espera y nos busca infinitamente más. No te será difícil dejarte hallar, a pesar de las contrariedades que puedan sucederse...
Renuncia, entonces, a todo lo que no sea Él mismo, que Él obrará en tu corazón.
Desde luego, no pretendas "hacer cosas": las "cosas" no se hacen: perecen. Una un día, otra, otro día. Abandona cualquier inquietud en el silencio y la calma. En suma: no quieras nada. Deja que el Señor te lleve y te abrace como a un niño que nada quiere y nada sabe...
Alberto E. Justo