A pesar de nuestras dudas y de las "incertidumbres" de esta hora el Señor pasa y se queda: permanece y nunca nos abandona.
¡Hay tantos sedientos de Dios! Ante la Fuente, dentro de ella, alégrate y déjate alcanzar por el Amor de Dios. Pero no vaciles, no abandones tu lugar ni tu paz. Él está en ti y vuelve a ti sin cesar. En suma: no temas ni te escondas entre los árboles del bosque... Sumérgete allí donde nadie sabe. Guarda tu secreto y nada más.
Alberto E. Justo