No es nuestro propósito detenernos en ninguna parte. ¿Para qué? ¿Parte de cuál “parte”? No nos responden las “partes”, ni los “lugares”, ni las “jornadas horarias”… Que todo se da porque ya está dado. Que todo es… porque ES. ¡Descubrimiento incomparable!
Las “sensaciones” pueden constituir un engaño de grandes proporciones. Pretendemos esto o aquello y, tantas veces, con el justificativo de una sana distracción o de una expansión o descanso, equivocamos el camino.
Entonces es urgente acelerar los pasos. Y de ninguna manera volver atrás, sino “dejar” sin detenimientos. Es un tanto paradójico, pero es así.
¿No acabamos de convencernos que todo lo llevamos muy dentro con nosotros? Dicho de otra manera: ¿puedo escapar de Dios o esconderme de Él? Es simple y directo. Pues entonces, a seguir sin más.
El enemigo hará todo lo posible por acabar con nuestra marcha y dejarnos atascados, sin poder avanzar.
Pues nada de hacer caso a las dudas o a los miedos. Nada de indignaciones ni de lamentos de ninguna especie. Sigamos, son los pasos del Señor.
En horas de decadencia y de ruina, de descenso y de desconcierto, más de una vez quedaremos perplejos ante lo que pasa a nuestro lado. Más de una vez nos pesará este camino que llevamos. Y, muchas veces, gemiremos por hallarnos en él o se nos ocurrirá seguir otro, arrepintiéndonos de éste que llevamos.
Pero olvidamos que el camino es uno… No hay alternativas antojadizas. Es éste que trazamos desde siempre y que no es solamente “nuestro”, por decirlo de alguna manera.
Es el “camino del Señor”, es Su Senda por la que vamos. Es con Él y en Él y, también, por Él, a causa de Él, desde Él. En su Corazón, en su Silencio, presentes a su Presencia.
Y su Presencia es insospechable, inimaginable, inabarcable. Es Presencia… Y ¿qué más? ¿Te atreves a definir, a explicar, a empequeñecer, a errar? Siendo tan maravilloso… deja, deja a Dios que sea Dios. Sólo Dios en Dios.
No es tiempo de analizar demasiado. Descansa ahora mismo ¡ya! Tú sabes qué es. No hay ecos ni indicaciones. Nada de carteles, ni de avisos. Tampoco llegan cartas o mensajes por el medio que sea.
Cuando hay semejante silencio, nuestra liberación se aproxima. No son necesarios más signos, de esos que se levantan y luego, enseguida, caen. Aquí hay Alguien que “es más que Salomón” y es hora de atender en silencio.
Atiende bien lo que te diré ahora mismo: sepárate sin temor de todo. Despréndete y deja caer por ahí, donde no sabes. Deja que el Señor solo entre en tu corazón y en tu casa. Cuando menos lo pienses lo descubrirás presente. No puedes sospechar su cercanía. No interesa tampoco detallar nada. Silencio y quietud.
No tienes que mudarte, ni trasladarte a ningún lugar de este planeta. Ni de ningún otro. Quédate donde estás ahora y acepta que el Señor te elija y elija este remoto y desconcertante paraje. ¿Qué sabes de él? Desde luego que muy poco o nada. Nadie te llama a los análisis que acaban por enredar y ligarte prisionero… Reposa en el Corazón de Cristo-Jesús que es tu morada y tu vida. Reposa y vive en su Espíritu.
Yo sé que preferimos aquellos océanos, que parecen no tener confines, cuya profundidad no puede ser medida. Pero el Señor llama a muchísimo más. No hay puertos, ni ensenadas. No hay lugares. El desierto interior no puede ser representado por nada, ni siquiera por él mismo.
No tienes que viajar a ninguna parte para que el Señor te adentre en su Corazón. No tienes que mudarte ya… Se abre una puerta, que es la de tu alma… No preguntes más.
No desconfíes. No empañes la fe. Arrójate. Simplemente eso.
Muchos son sobremanera inconformes. Hubieran podido tener familia mejor y, tal vez, amigos ejemplares, como no son los que tienen ahora. Otros lamentan la pérdida de oportunidades o equivocaciones del pasado. O temen otras en el futuro.
Pues nada de eso. Las ilusiones no nos entregan la verdad de las cosas. Nada mejor que una vida que se desarrolla, con sus altas y sus bajas, en la presencia de Dios. ¿Dudas de la misericordia? Recupera el sentido profundo: la Misericordia es propia de Dios. Reedifica permanentemente tu vida y tu camino por las sendas que se abren, que Dios abre para ti.
Ahora medita en silencio y comienza a valorar tus horas en modo nuevo.
Pero siempre hay… lo más alto. Y la sorpresa será mayor cuando sepamos que es lo más simple. Hemos pretendido apurar los caminos y nos hemos hallado, frecuentemente, con resultados muy inferiores a los que aguardábamos. Sin embargo esta “espera”, este aparente detenimiento, es una condición de nuestro adelantamiento, que no puede ser medido por lo que acostumbramos en este mundo.
Alberto E. Justo