Leemos en la Epístola 124 a Lucilio: "¿Quieres tú, dejando de lado aquellas ocupaciones en las que es necesario que seas superado -toda vez que te empeñas en actividades que te son extrañas-, retornar a tu bien propio? ¿Cuál es éste? Por supuesto, una alma recta y pura, émula de Dios, que se eleva sobre las cosas humanas y que no coloca nada de lo suyo fuera de sí misma. Eres animal racional. ¿Cuál es, pues, tu bien? La razón perfecta. Impúlsala hacia su perfección, haciéndola crecer en gran manera hasta la medida de lo posible.
Considérate feliz cuando todo gozo nazca para ti de tu interior, cuando al contemplar las cosas que los hombres arrebatan, codician y guardan con ahínco, no encuentres nada, no digo ya que prefieras, sino que desees conseguir (...)"