lunes, 14 de marzo de 2011

Los sentidos hablan un lenguaje crepuscular

Seguimos de camino... No importa ahora la fatiga. La lucha no disminuye y los desafíos continúan: los del enemigo con mayor insolencia, como le ocurría a Antonio en el Desierto de ayer. Ahora no sabemos dónde estamos... Sí, he aquí una cuestión acuciante. ¿Me encuentro realmente en esta "porción" de suelo, en estos parajes en cuya existencia parecen complacerse los sentidos, multiplicando las informaciones hasta el hartazgo? Un misterioso susurro (¡¿qué es?!) sopla poniendo en duda semejante situación. Un bello susurro, que repite: -No estás aquí. Y luego añade: -Yo Soy quien está aquí. Porque, en efecto, los "lugares" se han quemado, desapareciendo de la escena y cuanto vemos es algo así como un ocaso: una luz que fue. ¿Tenemos el valor de reconocerlo? Porque, sí, ya estamos lejos. Porque, en palabras de San Pablo: "conversatio nostra in coelis est."
Arrojo, pues, en esta aventura interior que nos decubre la Verdad. Los ruidos de mandones y administradores son sonidos "sonados", esto es: sonidos de ayer. Estrellas muertas y hace rato desaparecidas. El hombre de hoy debe discernir todo ello y aprender a saltar más allá de las apariencias y redescubrir su libertad.
Abrid, pues, los oídos, "avive el seso y despierte", o -mejor- abra, mi amigo, el corazón y escuche allí, y sólo allí, con piedad y silencio, un mensaje, una palabra, aunque no parezca tal: -NO TEMAS, YO SOY.

Alberto E. Justo