"Cierra la puerta de tu habitación". ¿Por qué? Porque "tu Padre ve en lo secreto"...
Trátase siempre de esto. Trátase siempre de la hondura y del corazón. ¡Vive en el Soplo profundo y permanece!
En este mundo y en esta peregrinación las tentaciones, desde luego, son muchas. Esto no es una novedad, desde luego. Pero hay una... en la que ahora quiero detenerme. Se trata de esa suerte de "necesidad" de sentirnos autores de obras y realizaciones de fuste, dignas de aplauso y, sobre todo, conocidas. No sé si es feliz la formulación, pero vale para entrar en materia.
¡Valer en esta vida! Hacer cosas y cosas que merezcan. Y, por ello, nunca estar en paz, porque siempre queda algo por hacer o por terminar o por añadir. Nunca sentimos paz porque siempre nos falta algo y sufrimos la desazón porque nunca estamos conformes con nosotros mismos. Ni con los vecinos. Aguardamos que otros nos reconforten y, por lo general, los demás no pueden hacerlo...
¿Entonces? De ninguna manera pretendemos soslayar los trabajos ni ignorar el valor de las acciones... Lo que ocurre es que no vivimos donde estamos llamados a vivir, ni acertamos a descubrir el "lugar" de la paz...
No valemos por lo que hacemos, ni por lo que somos. Valemos por lo que amamos. Y esto ya es un principio para salir del atolladero. Y puedo asegurar más: valemos por Quien somos conocidos y amados. Y sólo en Él podemos hallar la paz y el sentido.
El peregrino es su corazón y el Centro del alma y el Corazón del corazón es Dios. Volvamos a casa. No estamos ni somos lo que se dice sino lo que es.
Alberto E. Justo