¿Por qué tanto sufrimiento y confusión? ¿Por cuál razón la angustia nos atenaza y la inquietud nos abruma, por qué, en suma, tanta asfixia en este mundo implacable? ¡Y no sólo en el "mundo", también en aquellos lugares donde me creo "fuera del mundo"!
Todavía no has dejado esas "ambiciones", ni el deseo de "mandar"; y sigues identificando tu despótico querer con la razón y la verdad. Todavía no dejas ni te olvidas. Todavía juzgas que "debes hacer" esto o aquello para "merecer" el aplauso de Dios y de los hombres, todavía sigues implacable, herido y molesto por las viejas llagas que jamás cicatrizan. Y por ello te mortificas, sufres y haces sufrir a tantos otros...
Has juzgado alguna vez que tu autoridad es definitiva, que representas a Dios y que Dios se ha ido de vacaciones y tu tienes en tus pobres manos los resortes de la justicia y de la razón. Te parece que tu "jusrisdicción" es sacra... ¿no has leído la leyenda del Gran Inquisidor en "Los Hermanos Karamazov"? Sigues tu derrotero sin detenimientos porque Dios parece callar. Pero no es así. Te equivocas. No dispones de las cosas a discreción según tu antojo, no puedes arrollar a personas ni a cosas...
Abandona tu cerebro (esto es: tu feroz "ego") y baja a tu corazón. Desciende, calla, observa, detente... Aprende a escuchar. La historia no comienza contigo... Sin compasión no hay vida. Repito: detente. Frena tu andar vertiginoso. Te equivocas y no te das cuenta.
Sepárate y aléjate..., así verás mejor. Respeta y alégrate por el bien de los otros y no porque los pobres hagan esto o aquello. Silencio y Paz.
Alberto E. Justo