El tiempo que pasa nos revela ¡tantas cosas! ¡Cuánto de verdadero aparece sólo con los años y, sobre todo, con el padecer! El "sufrimiento" es una escuela y una escala que lleva muy alto...
Entre lo que la experiencia descubre está la necesidad de superar "nombres", "estilos" y "pertenencias." Con frecuencia nos parece depender de "pasos" del pasado o de "filiaciones" a las cuales nos sujetamos con exceso. Hay un respiro, una bendita distancia entre el sujeto y los calificativos que se le atribuyen o que él mismo se atribuye. Siempre hay algo más hondo que invita al peregrino a descender allí más.
"Distancia" que está en estrecha relación con el "desapego" o "ser-separado" del que hablan los místicos; que, en definitiva, está en relación con la libertad.
No son las instituciones las que "hacen" a los hombres, sino que son éstos los que hacen a las instituciones... Por tanto vigile el peregrino de no convertir falsamente en fin lo que es medio, y permanecer independiente siempre de partidos y colores.
Cuando una institución sólo se contempla en el espejo y queda sometida a sus propios perfiles, sin ver más allá, quiere decir que padece una enfermedad mortal.
Ancho es el horizonte y el Cielo es mayor todavía. Pitágoras decía que la vocación del hombre es contemplar el Cielo... ¡Adelante, pues, sin menoscabo de lo más pequeño que goza -derramado- en lo infinito!
Alberto E. Justo