Es muy posible que surjan límites
donde no suponíamos. Y es muy posible también que esas fronteras aparezcan
porque nuestro temor o nuestra indecisión las diseñan.
La “asfixia” provocada por estructuras o problemas ha de ser
superada siempre con valor y con la convicción de que permanentemente, a cada
instante, somos llamados y elevados por un regalo inimaginable de Dios. En
suma, por Él y por sólo Él, por el Único...
A fin de reconocer esta profundidad nuestra meditación,
nuestra atención, ha de levantarse en ese inefable Rayo que nos crea y recrea...
Despeguémonos, pues, de esas suposiciones que nos ligan a máquinas
y a mecanismos (de la especie que sean). ¡Somos algo más que tuercas o
tornillos y valemos más que los martillos y los clavos!
¡Adelante, con confianza, en el vuelo del Espíritu! Con la
oración directa, silenciosa, profunda, hallaremos –sin mediaciones caprichosas-
la Presencia que transfigura.
Alberto E. Justo