El ámbito de tu cuerpo es un
misterio insondable. Se genera en nueva luz, en asombrosa luz. Ama y acepta el
perfume de esas flores: acepta el rincón admirable de tu jardín.
¿Pensabas que Dios no te conocía? ¡Cuánto descuido...!
Respiro profundo de Dios en la hondura inefable ¿Por qué temes?
Alegría del arroyuelo. Serenidad en el agua que corre y
corre... Hay un susurro escondido... Quizá la contemplación de ciertos espacios
de vida puedan decirnos aquello que nuestras palabras no logran, lo que nuestra
boca sólo puede callar.
El corazón contempla y descubre en esos rincones que
aparecen por todas partes, que nunca faltan, y con los cuales siempre hallamos
una misteriosa y encendida comunión. Connaturalizad con la quietud, más allá y
más adentro que lo exterior: son las fuentes inagotables del claustro del
alma...
Se me dirá: -esa rosa que ves es una danza de átomos y
movimientos que no puedes imaginar... Es verdad, respondo yo, pero ¡hay más
hondo, infinitamente más hondo que eso! Y es lo que no se ve ni se sueña y que
el toque de la presencia que aparece ante mis ojos me revela en una imagen
inefable. La belleza escondida habla por sí sola.
Hallamos en el alma todas las semejanzas en su propio fondo.
Admirable belleza que el corazón arranca y libera de todos los escondites o
lugares que acierta a rescatar, descubriendo su propia maravilla y esplendor en
la aparición insondable del ser.
¿Logras detenerte alguna vez? También en la hora de dolor
horada esos muros con la luz que te es dada... Mira y ve más allá, más allá de
tus ojos, más allá de ti... En tu corazón verás más allá de ti... Ahonda, luego
de detenerte.
En cualquier momento quédate donde estás. Es una práctica:
un ejercicio: ¡detente!.. El silencio está ahí. Detente. Hay un claro en el
bosque por el que vamos. Aquiétate aquí y reposa, descansa sobre la hierba, a
la sombra de este árbol... Nada más.
Alberto E. Justo