No acabaríamos nunca de... preguntar. Pero las cuestiones aparecen y no aguardamos con paciencia.
Nos preguntamos: -¿a qué grupo pertenezco? O bien: -¿Cuál es mi "círculo", cuál "mi" institución, cuál mi organización? O, también: -¿quién es "mi" jefe, quién resolverá mis dudas, quién me dirá lo que debo hacer? Y así, mil veces. Sobre todo cuando una confusión grande nos deja perplejos y sin remedios rápidos.
Es claro que es lo propio de la vida y la ventaja de lo "cotidiano" discernir y enderezar, mil veces si es necesario, el camino y el trayecto. Nada extraordinario hay aquí.
Pero el peregrino descubrirá, sin duda, que su destino es más alto y que no existe institución humana que pueda eficazmente "contenerlo". Siempre hay más.
Porque lo que verdaderamente somos es secreto. No se puede conceptualizar ni encerrar en términos estrechos. Pretenderlo comporta perder inmediatamente el horizonte que se abre en nuestro corazón.
La "vocación" última y verdadera, esa que resuena desde el principio, desde siempre, supera cualquier medida o cualquier discurso o expresión... ¿Estamos dispuestos a aceptar el Misterio y el silencio del secreto inefable?
Es un "secreto" que no tiene "fin", es, pues, "infinito". Sigamos más allá de nuestros pasos sin temor. Es el secreto del Padre...
Alberto E. Justo