Nos hemos decidido por seguir el camino no trazado. Bonita audacia desde luego... Pero este es el verdadero camino porque es el que, de hecho y en realidad, trazo yo mismo. No aquellos otros, de los que nada puedo saber, sino éste mismo, aquí y ahora.
Vámonos de una buena vez a la ciudad escondida. Al paraje escondido, al valle, a la montaña... ¿Dónde están? Abajo, están debajo sustentándolo todo y dando razón y sentido, dando alguna forma, a lo que se puede ver. Percibo ese "otro" viento, esa brisa que refresca, que manifiesta sólo algo de un bello secreto, de una realidad. El Desierto despoja, pero entrega, más allá de sus límites, la Realidad y la Vida que nada ni nadie en este mundo pueden expresar. Lo inefable es ocasión, siempre, de lo no-manifestado. Apertura y horizonte, en suma, libertad.
Ríete de lo que dicen o de lo que discuten por esos andurriales. Hay sombras que se reunen y endurecen el entrecejo para aparentar seriedad y aplicación. Luego oprimen y aprovechan. Habilidad poseen y recursos también. Pero están en la misma tragedia de lo inexistente y de lo fantasioso. Se pueden inventar miles de situaciones y forzar otras tantas, pero ninguna es real. ¡Tanto se puede combinar! Pero eso no es vida.
¡Adelante pues! Que el canto de las aves, el perfume de las flores, el horizonte de los paisajes, la nieve de las montañas, todas las estrellas del cielo, el mar, la luna y el sol ¡tantos hermanos y pequeños! todo, todo es para tí y todo te habla de Dios.
Alberto E. Justo