¡Sendas interiores, que no tienen confines! Vamos de camino, con confianza...
Detengámonos ante el icono del Salvador, ante sus ojos que, en realidad, nos miran desde nuestro corazón.
No pude escuchar respuesta
¡y bien poco importaba!
que todo vine a saberlo
¡cuando Tú me mirabas!
Noche que ya es amanecer,
claridades de madrugada,
que el ojo descubrir no puede
y son ya gloria en la esperanza.
Cuando todo está sosegado
y en Tu vida la vida hallada
¿qué vanidad ambicionar?
nada ya queda y todo es nada.
Amén: es oración y es vida,
sí: es la música callada,
dejar que obres Tú: son mis obras;
Te vi: cuando Tú me mirabas.
Alberto E. Justo