Es hora de amanecer: resuena la aurora con nuevas armonías que no hemos de describir... El horizonte, que parece lejano, es un "reflejo" del corazón y de la interioridad.
La realidad que vemos, la naturaleza aquella en suma, está ahí para enseñarnos a leer.
La pequeña semilla es enorme. Basta una mirada serena para darnos cuenta de su asombrosa potencialidad.
Allí anida esa belleza inexplicable, insospechada siempre... Pequeña llama... ¡tantas veces encendida y animada! ¡Renacida! Siempre más honda.
Desde donde te encuentras y en donde te encuentras todo lo alcanzas. De lo pequeño a lo máximo, de la nada al todo. El todo también lo hallas en la parte... ¿No descubres la dicha y la sonrisa del fragmento, que se goza en su pura pequeñez?
También donde te encuentras, por fidelidad, decir puedes que "no". Es posible siempre desprenderse de lo que no es. Aunque te duela y experimentes nueva soledad...
Aunque arriesgues lo que arriesgues...
¿Crees que los ruidos y las cacofonías de este mundo pueden ahogar los encantos del alma y del espíritu?
Permanece en la altura dichosa de esa montaña que es tu corazón... Carece de límites: su cima es el Cielo. Tu vocación es el Cielo... Y sólo por el alma-espíritu se sube al Cielo.
Alberto E. Justo