¿Una sorpresa no aguardada? ¿Una interrupción indeseada? ¿Una irrupción sembradora de inquietudes? Entonces respondemos: -debo irme, he de buscar y encontrar un lugar ideal que me proteja de tanto barullo.
Pero el "lugar" no aparece, ni se entrega fácilmente. Entonces multiplicamos "retiros", "refugios"... y con razón. Pero, lo sabemos muy bien, no bastan. No alcanza todo ello para proporcionar el reposo y la quietud que deseamos. ¿Entonces?
Nada más saludable que integrar "lo adverso" en el desarrollo habitual sin descomponernos. El enemigo también, y sobre todo, actúa en el Desierto y el que allí sea llamado experimentará los ataques reiterados más variados y descompuestos...
Es urgente y harto necesario descubrir que toda vida, que toda jornada, posee "fundamentalmente" una dimensión espiritual, que todo es signo y símbolo, que el curso de los días nos pone en relación con la trascendencia que no estamos habituados a considerar... No es la situación externa, molesta e inoportuna, la que nos quita el sueño (por decirlo así), es una coyuntura espiritual, una vez más como las tentaciones de Antonio Abad, que nos asalta de una cierta manera. Es lícito y necesario defendernos, pero nunca desesperar en la aparente derrota. Busquemos la paz YA en el Cielo: Conversatio nostra in coelis est. Nuestra vida en este mundo carece ya de realidad comparada con la que YA nos ha regalado el Señor en Su Morada, en Él mismo, en Su Corazón.
¡Coraje, pues, adelante!
Alberto E. Justo