Es posible que añadamos errores con nuestros pasos... Un tropezón aquí y otro más allá... Nuestra condición de pecadores vulnerables nos recuerda, a cada instante, a cada paso, la urgencia de renovar, sin temor, el abandono y la confianza en Dios.
En tantas ocasiones oiremos o percibiremos voces que suenan con tonos adversos y lejanas tormentas que agitan y despiertan temores que, en realidad, no comportan amenaza real alguna.
Lo cierto es que no prestaremos atención a quienes se endurecen manifestando un poder falso. Porque el hombre se juzga potente presionando aquí y allá, creyendo disponer de mucho cuando no puede nada.
En suma: deja y abandona "criterios" y "pensamientos" que llamaremos "postizos". Nada de todo ello, nada de lo que se dice ha de llegar a nuestra morada interior. Sólo la paz y el silencio que se experimentan en ese desierto "más que desierto", donde nadie puede penetrar porque no sabe muy bien dónde está...
La necedad es lo que queda muy lejos, y no podrá alcanzarnos jamás, a condición, claro, de no detenernos en ningún recodo del camino...
Más allá pues de lo que "dicen". El silencio redime y salva. Es seguro que no escucharemos lo que no queremos...
Alberto E. Justo