Hemos comprobado cómo la vocación a la soledad nace y se manifiesta en ámbitos que parecen no favorables... Tal vez este o aquel entorno puedan oscurecer o dificultar semejante inclinación que, desde luego, viene de lo Alto.
Sin embargo los senderos de nuestra peregrinación poseen tal riqueza y llegan a ser tan diversos que hoy (y ayer) resulta frecuente que vocaciones a la vida solitaria se hagan realidad en el bullicio de un mundo poco propicio.
Y esto no comporta abandonar el maravilloso secreto del desierto, ni dar por perdido un tesoro tan grande. Es oportuno subrayar que el "llamado" y la correspondiente respuesta requerirán, entonces, una peculiar audacia y una confianza grande, muy grande. Porque es posible y hasta conveniente perseverar en medios "adversos", ya que estos envuelven a su modo los caminos... y ayudan a "ir más allá".
La vida solitaria no es un método ni un juego, ni -tampoco- una "estructura" con "bandera propia". Tal vocación y llamado viene de Dios y halla una raíz irrenunciable en el corazón del hombre. Aquí juega un papel trascendente el "deseo", ese hondo deseo que es respuesta del corazón, del corazón del peregrino, que se hace uno en el Corazón de Dios.
Es en el silencio interior de los caminos cotidianos donde se abren misteriosas sendas que apresuran y acercan el Cielo... Nada ni nadie puede apartar de esta vía inefable.
No se detenga, el peregrino, en ningún "entorno". Todo lo posee en Aquél que Es su Morada y su Vida, en definitiva su Ser. Viva por encima, más alto, más alto, que no hay modo de decirlo...
Alberto E. Justo