Desde nuestra habitación, en el mismo misterio de todos los días, el peregrino descubre un nuevo respiro de su libertad. Si abre los ojos interiores en el siempre renovado y renacido secreto: amanece sin límites más allá del temor... ¿Hay algo o alguien que pueda apartarnos del Amor de Dios?
En el corazón, bien "dentro", resuena esa suave y única melodía que tanto evoca a la aurora. Música que es silencio, silencio que es "música callada".
Aparece así la trascendencia en el corazón. No sabríamos diseñar frontera alguna... A veces no hay signo alguno. Pero todo lo hallamos en el Corazón de JesuCristo, en el Espíritu, en el Secreto del Padre, sin multiplicar palabras.
Y si susurramos no sé qué cosa en nuestro respiro, quedamos hondamente -¿cómo decirlo?- como el leño abrasado en Aquél Único que dice "Yo Soy".
Alberto E. Justo