Queridos amigos, los tiempos quedan trascendidos cuando avanzamos con confianza por la única senda, la senda de Dios...
Aunque no podamos sospecharlo la luz nos alumbra y nos lleva, es decir: está en nuestro corazón en una medida siempre mayor.
En efecto, lo más inmanente es, también lo más trascendente, y el misterio, superándonos, nos abarca y nos transforma...
¡Claro! No sabemos cómo y esto no es necesario, no es necesario -en efecto- satisfacer curiosidades sino dejarnos transfigurar más allá y más aquí que cualquier ilusión...
Nos sumergimos en el secreto del Padre, en el secreto del Ser. La Verdad siempre resplandece, sin fronteras, en el Centro de nuestro corazón, de nuestro espíritu. Seguimos -pues- sin dudar y en confianza por los derroteros del Desierto.
Alberto E. Justo