Insistimos en caminos "predeterminados" o "prefabricados". Una y otra vez nos fijamos en la búsqueda de los mil puentes que juzgamos necesarios para atravesar el río... Y no hallamos ninguno a mano, ninguno que nos parezca seguro o, por lo menos a nuestro gusto y satisfacción... Y es que la "clave" está "en otra parte."
Es verdad que hemos de atravesar un... río (o lo que sea). Pero también es verdad que lo hemos de pasar y vencer una sola vez, sin retornar atrás. Y, en más de una ocasión, ya nos hallamos en la otra orilla y seguimos preguntándonos acerca del modo de... atravesarlo.
Volvamos a nuestro corazón, donde lo hallamos todo. Guardemos, al menos un momento, el silencio necesario para atender y escuchar. El Señor nos llama AHORA y es Él mismo Quien viene a nosotros. ¿Puede darse algo mayor?
Vivamos con gozo esta relación directa y sin reparos, y sin modos, ni medidas... Vamos con Él y en Él y Él nos lleva y nos da su Corazón como morada verdadera. Es poco lo que podemos decir, pero sabemos que nuestra alma puede volver a su principio virginal y hallarse en su Fuente y en su Origen inmediatamente, abriendo de par en par las puertas a Aquél que está en el umbral y llama.