Estas son las horas de dolor y de prueba... Sobre todo cuando la soberbia de la ignorancia pretende aplastar al pobre viandante que busca la paz y el silencio, la hondura y la libertad...
La necedad se apodera con harta frecuencia de los escenarios descoloridos de nuestros días y parece ser la última palabra en el tiempo de la confusión.
Pero no es así... Fantasmas y máscaras, con pretensiones de ferocidad, ensayan sus muecas, aunque sólo frente al espejo, porque carecen de horizontes límpidos y grandes.
Sepa el peregrino seguir a pesar de todo, sepa no prestar atención alguna a lo que carece de ser y de profundidad, sepa, en fin, lo que valen sus segundos y su respiro... Recuerde, una y mil veces, que no puede ser sometido por nada, ni por nadie: su corazón está abierto en la Eternidad.
Alberto E. Justo