sábado, 4 de octubre de 2014

¿Qué puedo hacer?

Esta pregunta se agolpa con tantas otras en las jornadas de nuestro andar de peregrinos... No es hora de responder esto o aquello, sino de atender, en el corazón, lo que allí habita desde siempre.
Ahora mismo surge lo que aguardábamos sin sospechar nada.
En suma: "¡Alégrate!"... Alégrate una y mil veces aunque nada veas a tu alrededor, aunque todo lo cubra el silencio, aunque el desorden de la hora presente acabe por asustarte...
A pesar de lo que fuere todo está, todo se da, la respiración profunda ni desfallece ni puede desfallecer.
¿Es necesario insistir tanto en que todo lo tienes o todo lo recibes? Es tiempo de verdad y de realidad profunda... Si no hay ruidos ni estrépitos, si nadie garantiza con sellos y documentos: NO IMPORTA. La vida late, el corazón late. Dios regala y ES Presencia.
No temas. Aunque te sientas en soledad, aunque te halles solitario en las sendas de este mundo o de cualquier otro. No, no temas. Nada especial tienes que hacer. Calla y reposa. Recibe con gozo. Allí nace la oración y la vida. Quien ora todo lo tiene. La oración abandonada y sincera, la más simple, es el decoro y respiro de tu vida.
¿Puedes imaginar alguna cosa o plantear una "situación" más profunda o más fecunda? Nada tan hondo como la vida en Dios o la vida de Dios... ¿Qué más decir? Aloja la oración en tu respiro: da todo a Dios cuando expiras y recibe a Dios solo cuando inspiras...

Alberto E. Justo