... Con los últimos pasos se derrumbaron los escalones y los puentes que juzgábamos indefectiblemente tendidos... Llega la hora esencial.
Has visto... Dios nunca está lejos. Dios es infinitamente más que cualquier nombre... No hay modo. Es en esa intimidad, de la que no puedes hablar, donde lo hallas y te halla. El Señor te encuentra y viene cada vez de un modo nuevo, indefinible.
El alma en su cima, se abre sin horizontes que la limiten. Descúbrese el corazón en su mismo Centro, que es Dios. No, no busques fuera o lejos. Aquí, aquí mismo es. Y nada se repite. No podrás jamás hacer doctrina o diccionario de lo que se renueva en plenitud a cada instante.
No esperabas que el Señor así llamara a tu puerta... Precisamente a "esa" puerta, la menos "sospechada", por donde menos podía aguardarse... lo mayor.
A esta luz todo halla sentido, y esplendor, y belleza. Y tú lo sabes -hermano- brillará esta luz al final de los tiempos y se manifestará como lo que es, que a sólo Dios pertenece. Levanta el alma y reconoce el misterio.
Mira como se custodian secretos y melodías en tu corazón, que hacen, ahora, de cortejo admirable... Todos los telones caen, los tendales se derrumban y desaparecen las vallas que limitaban y multiplicaban distancias y ausencias.
Deja, deja una y otra vez todo lo vano y lo que no es.
¿Quieres orar en verdad? Es tu vida, tu respiro, tu sangre. ¿Cómo orar siempre? Cuando, en primer lugar, no pretendes "sentir" nada... Huye de las explicaciones. Y atiende solamente a lo que en el instante de y en tu corazón brota y nace: el Santo Nombre de Dios, que no encerrarás jamás en ninguna expresión, ni modo, ni medida. Será nuevo cada vez y resonará en la Eternidad. Porque no eres tu solo el que ora. El Espíritu ora en nosotros...
Alberto E. Justo