"Si te vas hacia la "soledad", aun dejando tus equipajes, todos conocerán tu partida e irán a despedirte. Algunos sabrán apreciar tu vocación y se encomendarán a tus plegarias. Otros la menospreciarán y fingirán, en el mejor de los casos, una comprensiva sonrisa. Y, desde luego, cuantos te conozcan o te sospechen podrán señalarte, decirse y decir: "He ahí a un ermitaño,a un monje, a un solitario..." Te darán puntaje, algunos diez, otros cinco, otros nada. En suma, se te llamará o reconocerá por una actitud exterior a tu persona y no por tu nombre verdadero.
"Pero si el Señor te llama a esa otra soledad escondida, en el desierto donde ya te encuentras, a desearlo ¡tanto! en la noche oscura, a vivir con Él y en Él...; entonces nadie te dirá solitario, porque nadie te verá realmente como eres, oculto y escondido donde Él te lleva, pero serás más monje que los monjes y más filósofo que los filósofos."
(Alberto E. Justo "El Desierto es la ciudad" Meditaciones. ECUAM. Buenos Aires 1992. Pág. 23)