Los espacios sin confines de una maravillosa geografía, los paisajes que a nuestra observación carecen de fronteras, el mar, evocan -sin embargo- otra cosa: nos recuerdan que son reflejo o símbolo dichoso del "desierto interior". ¿Espacio interior? Tengo que decirlo de alguna manera... Quizá "espacio de libertad creado por Dios para nosotros, para cada uno de nosotros. Cuanto más cerca de Dios más libres, cuanto más en Él más "habitantes" de un Desierto inefable, morada florecida en el corazón.
Una atención, tal vez, a una situación que puede quedar soslayada. Tengamos, hoy y siempre, la convicción y la conciencia de hallarnos en otro "nivel". Esta vocación a la trascendencia comporta saber que nada ni nadie nos puede apartar de ella, si nosotros mismos no lo queremos.
Pero estamos en "otra parte". Por encima de las formas, de las figuras o de las instituciones del estilo que sean. Aquí entramos en el Misterio, que es nuestro porque es de Dios, de la "contemplación sin medios". De la relación directa, de la Gracia dada sin contornos, incluso más allá de nuestras sospechas.
¡Inmenso espacio que trasciende todo espacio! Es nuestro verdadero tesoro. Siempre con nosotros, porque Dios no nos abandona jamás.
No sirven deducciones ni razonamientos vacuos... Abre grande los ojos de tu corazón y verás. Eso sí: ten piedad, compasión y misericordia... Comprende y acepta, vive del Amor que te es participado. Entonces, nos dirá el Señor, cuando le preguntamos dónde mora: "ven y verás."
Alberto E. Justo