Sí, es así: "Vino a los suyos y éstos no lo recibieron". ¡Misterio cuyo eco resuena en toda la historia! ¡Cuántas incomprensiones, cuántos olvidos, cuántos desprecios! Sobre todo en la hora de la "poca atención", cuando el hombre se siente desatendido, marginado, postergado... Esto halla su sentido (aunque la distancia sea muy grande) en el "Descenso" y "Abandono" de la Cruz.
¡Cuántas veces sufrimos ciertas injusticias de pequeña o grande medida y no sabemos hacia dónde mirar, hacia donde partir o cuál es el sentido de lo que nos hiere y nos derrota!
Sólo la Mirada Única del Señor, sólo la Bondad inefable de sus Ojos siempre abiertos para nosotros en la noche del Huerto, en ese Getsemaní de nuestras horas y de nuestros días. Porque Él está aquí.
Muchos son los que gritan y agitan aires y aguas para ser tenidos en cuenta, para acentuar la "importancia" de sus opciones, de sus sufrimientos, de sus luchas...
Pero es el silencio de la Oración el que en realidad reconforta.
¿Qué más decir? ¿Que estamos solos? ¿Que, tal vez, carecemos de defensa? Todo esto es posible, pero esta soledad es garantía de una Presencia infinitamente más alta...
¡Ah, dolor! ¡Quisiéramos despedirte de una vez por todas! Pero aún es preciso orar en el silencio de la Noche.
Alberto E. Justo