Cuando ores... Cierra la
puerta de tu habitación.
Cierra y atiende. Atiende a lo que aparentemente en este
instante no oyes. El día, la noche, nada dicen y tú no dices nada. Están y te
envuelven en presencia silenciosa. Aunque giman los espacios con rumores que no
deseas. El día y la noche te abrazan en el silencio. Nada dicen y no aguardan
palabras ni gestos tuyos. Cuentan con que tu estás ahí y das tiempo, sí,
tiempo, a tu corazón presente.
El Señor te mira y tu mismo le puedes ver, en sus ojos...
¿Te sabes contemplado, conocido, amado? Entonces calla, no
digas nada. Atiende y abre tu corazón. Él te quiere a ti, no a tus obras ni a
las acciones que quieras inventar... Es así.
Alberto E. Justo