¡Cuánto perdemos cuando nos fijamos en las estaciones intermedias o quedamos ligados a los calificativos que creemos nos definen! Nada hay mayor que la vida, sin calificativos ni decorados. Sabemos que nuestra gloria es el Ser. Así no más, sencillamente, sin añadidos diminutos.
El hombre, por su doble origen (celeste y terrestre), halla su bien en lo que "es". Y con lo que "es" ha de tener suma delicadeza y reverente respeto. Desde luego que el camino se "levanta", porque somos raptados amorosamente a lo alto... A veces sentiremos no sé qué vértigos y sorpresas... Pero no es el caso de temer, sino de admirar, de "ver".
Es la hora de la vida, es el instante de la conciencia del Ser. Es la cumbre que penetra más allá y se descubre en lo profundo del corazón, más inmediata, si así puede decirse.
Ante esto todo se vuelve transparente...
Alberto E. Justo