No, no quiero
atender esas voces rasgadas que claman por correr para allí o por venir hacia
acá o hacia no sé dónde. Por allí se desatan esas agresiones vanas, esas
sentencias de escaso o ningún valor, que asaltan las horas mejores y pretenden
apartarnos de la senda verdadera y constante de la interioridad y del silencio.
Es necesario tener
conciencia de cuán lejos estamos del griterío circundante aunque parezca que
está ahí no más.
Más allá del bosque
por donde vamos... Sí más allá del bosque gritan los diablos... ¡Qué barullo!
Pero nos damos cuenta de que no están en el bosque, ni pueden acercarse a
nuestro jardín... ¡Por eso gritan tanto! Para que los imaginemos cercanos. Pero
están muy, muy lejos. Así son las “amenazas”, parecen próximas pero nunca llegan...
Deja que el horizonte
en el corazón se expanda. Deja que el Cielo en el corazón se abra y la mirada
se eleve, llevándote por sobre todo y más allá.
Alberto E. Justo