La pregunta acerca del lugar
donde efectivamente nos encontramos ahora puede reiterarse hasta el infinito, porque
no aceptamos circunscripciones cerradas o encierros vanos.
Es que el “corazón” tiene un domicilio más alto, no
determinable ni limitado por las fronteras aparentemente inmediatas. El camino,
para cada uno de nosotros, continúa abriéndose y pasa por parajes insospechados
que nos dicen algo muy distinto y lejano de las “fatigas” cotidianas del mundo.
¿Dónde estamos? Pues... donde queremos estar. Es decir donde
tenemos conciencia de hallarnos según nuestro deseo profundo, según nuestros
propósitos...
Por más que “estructuras” e “imposiciones” o el correr de
los tiempos, presionen en un sentido o en otro, seguimos allí mismo, donde
estuvimos una vez, donde se guarda nuestro secreto, en esa habitación escondida
que no conoce confines.
En efecto, en
efecto, puedo ir a todas partes y no estar en ninguna... Y puedo dejar todo lugar y toda parte, si así
lo quiero...
¡Adelante, pues, que los
parajes a disposición son infinitos!
“Estar”, en este sentido, es un secreto. ¿Hasta dónde puede
llevarnos la “aspiración”? ¿Hasta dónde somos, de hecho, llevados en vuelo
insospechado? ¿Llevados?
Pero, de nuevo, ¿quienes somos? ¿Estamos siempre donde
somos?
Advirtamos enseguida y presto, que la realidad -la nuestra-
no depende de ningún “reglamento”, ni ley, ni antojo. El don de Dios es
exquisita y delicadamente gratuito...
Es poco lo que digo y mucho lo que callo.
Alberto E. Justo