El peregrino se convierte en caminante de paz... El camino, su senda, es escuela y oportunidad de bienes mayores que él no sospecha.
La "prueba" no puede engañar, Dios nunca abandona a sus hijos...
Ahora mismo descubrimos esa ternura divina que siempre nos acompaña. Porque la ternura, que desciende desde lo alto a nuestro corazón, puede experimentarse a cada paso si, desde luego, nos disponemos a recibirla. No es ilusión ni invención nuestra: es obra y presencia de Dios, inmediatamente, en modo inefable e insospechable.
Es hora de escuchar atentamente aquél "no temas" de los anuncios angélicos. El Señor vuelve a pronunciarlo en nosotros, íntimamente. No haya dudas de esta espléndida verdad.
Alberto E. Justo