Sorpresa del peregrino es descubrir, con gozo, la amplitud de su viaje. Éste consiste en el camino del corazón, en un descenso (que es ascenso) a la profundidad fecunda de su espíritu.
Los "ronquidos" de las fieras cercanas no han de turbar su reposo ni sus pasos. Porque hay en las rutas de este mundo (y de cualquier otro) multitud de curiosos impertinentes que necesitan, a lo que parece, dominar un tanto o controlar otro tanto, el andar pacífico de cuantos pasan...
Tú, hermano, no aceptes nunca funciones ni responsabilidades de espía o de algo así. Opta, decididamente, por el ocultamiento y no profanes los caminos de nadie... Perdona y sigue, sin desvíos, tu dirección y tu bien.
Alberto E. Justo