Todo el sentido se descubre cuando "asumimos" en el Señor... Porque Él vive en nosotros y gesta en nosotros su obra. Porque nosotros estamos en Él.
Asumir, en verdad, el dolor y todos los pasos de nuestra vida como plenos de sentido, aunque no alcancemos a percibirlo o a comprenderlo. Asumir y aceptar más allá de la asunción o de la aceptación... Esto es: dejar, dejar que Dios sea Dios.
No sospechamos la profundidad que se abre en nuestra alma y la proyección de una vida humana que es capaz de dar, de sufrir, de sentir lo que no siempre está en condiciones de reconocer...
Muchas veces nos parece que no oramos, que nuestra oración no existe o que andamos secos y perdidos, distraídos en horas sin destino. Y es que hemos olvidado la presencia de lo que no se mide, hemos olvidado lo que nos supera, no acertamos a ver en la transparencia del "secreto inefable" que es nuestra morada. En suma, no guardamos nada en archivos, en realidad vivimos en el Corazón de Dios. Y esto no puede definirse. Sólo a través, y por la experiencia de la compasión y de la misericordia, logramos sobrepasar esos límites que nos atenazan y nos conducen a dudar de la fecundidad de los pasos de ayer y de hoy...
Es el momento de meditar todo esto y, en la luminosa soledad de nuestro espíritu, descubrir el tesoro que, cada vez, se renueva y es mayor.
Alberto E. Justo