Volvemos, silenciosamente, a los "bosques" del corazón, a sus caminos, a sus arroyos... Sabemos que, siguiéndolos, daremos con el desierto y las montañas, hasta hallarnos más allá de las estrellas. En realidad no es necesario andar demasiado: en el Misterio vivimos, recibiendo siempre de la Fuente el hálito vital. Es imposible perder este respiro, porque, de algún modo, somos en verdad ese respiro mismo. Dígase como se quiera. En éste, en nuestro Misterio, en el Secreto del Padre: "somos, nos movemos y existimos."
¿No nos damos cuenta lo que comporta ser EN VERDAD amados sin ficción posible ni intención segunda? ¿No nos damos cuenta de que ese Amor: NO SE ALTERA nunca? Es este carácter inefable el que nos conduce, una y otra vez, al mismo centro, a nuestra condición verdadera. La creatura no está "separada" del Creador.
Alberto E. Justo