La "cuestión" no es ociosa. Volvemos sobre nuestros pasos para meditar, otra vez, acerca de nuestra verdadera vocación ¡tantas veces escondida aún para los que la hemos recibido!
Es imposible que la vida de una persona quede atrapada por anillos institucionales y no sea otra cosa que lo que encuadran normas y leyes, o caprichos de los que se tienen por caudillos. En vez de repetir "lugares comunes" es preciso ir más hondo...
La vida y la vocación de la persona es esto: "personal" y trascendente. Supera los márgenes que el mundo y la historia tejen. Está, siempre, más allá de las determinaciones estructurales, locales o lo que se quiera. Es el Misterio del Espíritu que no solamente "labra" sino GESTA. El espíritu de la persona, nuestro espíritu, es un "fuego descendido" cuya "llama" no conoce techo ni límite. Arde de abajo hacia arriba y con él lo que lo sustenta, su base, se levanta y se convierte en himno y vida fecunda hacia las alturas. Cuerpo y alma abrasados por el espíritu ascienden y hallan en semejante ascenso su destino y su sentido.
Por eso la persona del peregrino buscará su vocación verdadera más allá de las "determinaciones" que, como polvo del camino, se le hayan pegado a través del tiempo. Tal vez las desilusiones y los desengaños lo ayuden a descubrir más allá y más profundo; y salvar su vida del estrecho "lager" que las instituciones enfermas hoy pretenden imponer por todas partes...
Perseveremos en la búsqueda del tesoro escondido sin pausa y sin temor.
Alberto E. Justo