La certeza de nuestra oración y la perseverancia en nuestro camino son un testimonio de amor con el que intentamos exhortar a la confianza y al abandono en el Señor. No es necesario realizar ninguna proeza especial... Simplemente continuar en silencio, dejando a Dios ser Dios, como dicen tantos maestros espirituales.
La oración es sencilla... Es de aquello de lo que siempre nos tenemos que convencer. Por otra parte no busquemos en absoluto ser tenidos por orantes. Intensifiquemos la conciencia de nuestra intimidad, escondidos en el Corazón del Señor.
Ante esto, cualquier elevación es buena. Elevamos el espíritu dejándonos elevar, sobre toda criatura levantada, decía del alma San Juan de la Cruz, precisamente por el Espíritu que ora en nosotros con gemidos inefables.
¡Qué novedad inacabable! Siempre aparece más honda y más real... ¿Qué añadir?
Pues detengámonos y dejémonos llevar al Corazón de Dios.
Alberto E. Justo