Si, habitualmente, tornamos a la conciencia de nuestra soledad interior, comprobaremos una expansión, cada vez mayor, en el corazón. En efecto, la experiencia de lo "numinoso", el toque de lo sublime, la apertura profunda al Ser, despejan -sin cesar- un horizonte inimaginable y abren, una y otra vez, la perpectiva orante y contemplativa de nuestra vida.
Es aquello que jamás perdemos porque Dios mismo lo da... Es nuestro Secreto permanente, que nada ni nadie puede arrebatar.
Y si experimentas una anchura en el corazón que no te explicas. Si caes en la cuenta que desbordas, que no hay medidas para ti en las costumbres y en las modas, que nadie ha previsto espacios como aquellos que sueñas y que buscas...: no temas porque ya tienes "eso", porque cuando padeces un límite te encuentras más allá de él. No hay ya estructuras que te encierren, ni discursos o medidas que te aprieten o detengan. Persevera con confianza que inmenso es el regalo aunque nadie lo perciba o lo comprenda o lo acepte en ti. Que Dios no se da para la popularidad de nadie, sino para guardar celosamente en Su Corazón el mayor de los secretos.
No temas la necedad, ni te asusten los necios. Todos proponen armaduras y soldaduras y se disgustan con lo que sea, porque necesitan centímetros, reglas, escuadras y, sobre todo, balanzas para los pobres viandantes.
¡No importa nada de eso! Arrójate con confianza en el Mar sin fronteras, acepta la "emoción" escondida... Y espera...
Alberto E. Justo